La loca aventura del saber - Cap.2: Una aventura sin fin

Einstein de visita en la Casa Blanca, 1920 (Universal History Archive)


Como decíamos en el primer capítulo de "La loca aventura": En el s.XIX, el universo era un mecanismo de relojería en el que todo efecto tiene su causa. Un universo determinista. Las oficinas de patentes, al borde de convertise en inútiles, y se pensaba que ya se sabía casi todo sobre todo.. Así parecía, por lo menos.

Y cuando ya se veía llegar el final feliz de la búsqueda del conocimiento total, vinieron unos cuántos de esos que tienen demasiado tiempo libre y empezaron a preguntar preguntas que lo revolvieron todo.

Uno de esos individuos se llamaba Einstein. A los veinte años consiguió trabajo, ¿en dónde? ¡En una oficina de patentes! Quizá todo el esfuerzo de Einstein haya tenido como único objetivo el evitar el cierre de las oficinas de patentes y la consiguiente pérdida de su puesto de trabajo... Si ése era su objetivo, no hay duda que lo cumplió.

Sea por la causa que fuese, Einstein se puso a cavilar sobre ciertos problemas relacionados con la teoría electromagnética, una teoría que es larga e incomprensible para la mayoría empezando desde su propio y largo nombre. Basándose en observaciones de otros físicos, entre ellos un tal Lorentz, Einstein llegó a una conclusión increíble. El tiempo no es constante, el tiempo percibido depende, entre otras cosas, de la velocidad a la que nos movemos!

Se imaginan lo que semejante afirmación hizo al prolijo Relojito del s.XIX?

Era el primer clavo en el cajón del determinismo. Bueno, no estoy seguro que haya sido el primero. Pero fue un clavo más, eso es seguro. Y no era el único, hubo muchos clavos más. El determinismo está, según la opinión de la mayoría, bien muerto.

Lo increíble es que aún el gran Einstein no pudo resignarse a la muerte del determinismo. Aunque fue su propio trabajo (que le valió el premio Nobel) una de las primeras pistas sobre el comportamiento cuántico de la materia, Einstein se negaba a aceptar tal teoría.

Es famosa la frase que Einstein utilizó para vapulear a la teoría cuántica: "Dios no juega a los dados". Parece que no conocía lo suficiente los hábitos de Dios. Para los físicos de hoy en día es indudable que Dios juega a los dados y a unos cuantos juegos más. Pero eso ya es tema para otro capítulo. 


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